Miré la hora en mi móvil, después elevé la mirada al cielo azul. Caían las cinco. Se hicieron mucho daño: Conchi, Laura, Enriqueta, Lucía, y Elena. Vaya caída, pensé. Lástima no haberlo grabado.
Seguí caminando hacia no sé donde, qué sé yo. De repente, noté mucha tensión en el ambiente. Tenía un generador eléctrico justo al lado. Decidí cruzar rápidamente la calle, pues fuese real o imaginación mía, percibía mis pelos erizándose de forma notable.
Al cruzar la calle, divisé un bar a unos veinte metros. Pensé en un café, me iría bien. Me senté, esperé. Seguí esperando. Quizá demasiado. Finalmente vino el camarero. -Póngame un café americano- le dije. -Soy de Palencia señor, pero le pondré el café, ¿Algo más?- me contesto esbozando una sonrisa. -Sí por favor, un diario para leer. Supongo que no tiene el País, pues ya veo que aquí no hay prisa.- le devolví entonces la sonrisa. Se quedó serio. - ¿No le hizo gracia?- le pregunté. -No, me gustó más el Raval- me contestó, devolviéndome la pelota, con un gran revés. -Touché- le dije.
Acabado el café, decidí dar una vuelta por el parque. Los árboles estaban preciosos, verdes, robustos, vigorosos. De repente, una jovencita con un cigarro en la boca me saludó desde un banco. -Ah, ¡la primavera!- exclamé. Y me acerqué a ella. Era mi prima Vera, haciendo sincronizadas caladas antes de entrar a trabajar en el banco.
Marché rápidamente del parque para coger el metro, pues al llegar a casa tenía que medir unos muebles. Después, decidí descansar en mi sofá, con los pies descalzos, y una caña de cerveza. La más molona de todas, pensé. Durante un instante se me pasó por la cabeza encender la tele, pero, ¿para qué diantre quería ver la tele ardiendo? Vaya idea. De repente, me vibró el móvil. Me habían respondido al apalabrados. ¡Chachi!, seis letras, doble de palabra, treinta y dos puntos. Buena tirada. Aprovechando, volví a mirar el reloj del móvil. Ahora sí, ya eran las cinco.
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