Aquella receta era sencillamente majestuosa; brownie de chocolate sobre un lecho de helado de vainilla semifrío, mezclado con galletas oreo desmenuzadas, y cubierto con un ligero baño de caramelo. Ni pochar, ni hervir, ni nitrógeno líquido, ni demás sandeces culinarías.
Esa, sólo esa, era la receta del señor.
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