Los rayos de un sol intenso traspasaban mis preciosas cortinas de color ocre, hasta el punto que parecían tener brillo propio.Un pequeño aire, suave pero intenso, se colaba por la ranura que había dejado entre el marco y la puerta de la ventana. -¡Ah, qué gran día!- Pensé.
Me había despertado por si solo, ni tuve que esperar a la señal del despertador. Después me fui para la cocina. La cafetera estaba limpia, y el tarro de café, repleto. Preparé la cafetera, calenté algo de leche, y de inmediato me fui a desayunar sentado en mi sofá. Que maravilla. Reitero: que maravilla.
-Voy a ver las noticias- me dije. Encendí la televisión desde el mismo sofá (si claro, estaba en standby, aunque ya sé que no es recomendable). Y venga. A tragar cereales sentado como un rey y conocer como se despierta el día. Que maravilla. Bueno, que maravilla hasta que en las noticias dijeron: "buenos días, son las 9".
¿Las 9? Ale. con razón me desperté sin necesidad que sonara el despertador. Se había quedado parado a las 8.00h, 10 minutos antes de la hora que puse para despertarme. Total. Que venga. Me levanté hecho nervios. Tragué como un loco la leche y los últimos cereales; me entró por el otro lado. Me tuve que dar fuertes golpes en el pecho mientras preparaba la ropa para vestirme. -Ya no me da tiempo a ducharme, que rabía-. Me vestí a toda prisa, me peiné, como quién dice, a mano alzada. Cogí el abrigo y cerré de golpe. Entré en el ascensor. -¡Mierda, las gafas!- Volví a entrar en casa. Cogí las gafas, y nuevo portazo. Fui corriendo para la parada de metro. Bajé las escaleras, busqué mi billete y... -ah, que bien, me he dejado la cartera en casa-. En fin, un gran día.
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