martes, 4 de diciembre de 2012

Reflexiones de una persona aburrida: el cepillo de dientes

No sabía qué hacer realmente, así que me dije, oye, pues lávate los dientes, aunque sea por segunda vez y seguramente no exista ninguna necesidad. Me adentré en el lavabo, y localicé mi cepillo de dientes a pocos centímetros de la pica. Lo agarré con mis manos, y de repente, tuve una observación. ¿Cepillo de dientes? ¿Por qué? 

¡No! No está compuesto por dientes, ni pertenece a ningún señor que se denomine Dientes. Su nombre, me di cuenta después de reflexionar, era erróneo.
Sí, a partir de ahora, le llamaré "cepillo para los dientes". Ahí está, ese es su nombre. Llevábamos décadas equivocados. Pero de nada, para eso estamos.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Pancartas electorales; ellos piden tu voto


Aquí os dejo algunas de las campañas electorales del 25N, tal como las he pensado:





Post-vaga en pre-campaña

Después de un día de vaga general, donde cientos de piquetes me increparon para que no escribiese en mi reconocido blog, y aquí desayunando tranquilamente en casita, viendo la televisión autonómica TV3, comienzan los clásicos anuncios electorales. ¡Cómo se echaban de menos! Y que políticos tan humanos tenemos; que preocupados e involucrados. Siempre rodeados de personas normales, como nosotros.

Y ya llega Mas, el Mesías catalán; pero recuerde señor Artur: a veces más, es menos.

Y ahora aparece en Pere Socialista Catalán. Señor Navarro, he visto piedras en la montaña con más personalidad que usted.

Vaya, la pantalla se vuelve azul; la señora Sanchez Camacho ya está aquí: señora Camacho, las mismas piedras de antes, tenían el doble de expresividad que usted; porque más que votos, parece que usted pide votox.

Ahora ya si que no veo nada. Ah, espera, zoom hacia atrás, zoom out para los cinéfilos; hombre, ¡Papa Junqueras! A usted no le puedo decir nada, ¿cómo podría? ¡Si dan ganas de achucharlo como un osito!

Oigo una voz, pero veo... ¿Tres candidatos? Espera, ah no. Es eco-Herrera y su velocidad radioactiva. A ver señor Herrera: deje el café aunque sea de Comerç Just, y tome algo de tila aunque sea Pompadour.

¿Y los demás partidos? Ah claro, que ya dije que era TV3. Pues nada, que vienen los deportes. Messi, Xavi, Ronaldo,... Continuamos lejos de los humanos de calle.

lunes, 15 de octubre de 2012

Si Castilla la mancha...

Si Castilla la Mancha, que Castilla la lave, oye, que estoy harto de lavar yo siempre.

Si Andalucia, pues dejala que ande, que nunca viene mal algo de ejercicio.

Si Manresa, pues que reze, hombre que reze, a ver si por ser inglés no va a poder.

Si Majadahonda, pues cógela, no seas tonto, que salen tan buenas como las Yamaha.

Si Las Rozas, pues después no te quejes si se cabrean, se giran, y te dan un bofetón.

Si Leganés, pues que lo acepte con señorío, que otro día yo perderés.

Si Parla, pues escolta, que parli, que mejor eso que no estar callada sin decir nada.

Si Zaragoza, pues mira, que disfrute, que por lo menos alguien esté contenta.

Si Talavera de La Reina, pues que tale, que para uno de la monarquía que hace algo...

Si Segovia, pues deja que se tranquilice un poco, que la gente últimamente se estresa por nada.

Si Palma de Mallorca, pues mejor que morirse de cualquier otra cosa.

Si Donostia se enfada, mejor no estés delante, que este señor las reparte como panes.

Si Elda, pues aprovecha, que hoy en día todo se paga.

Si Cantabria, es que tenía las llaves, porque la puerta estaba cerrada.

Si Córdoba, pues que vaya, pero si después le pasa algo que no se me venga quejando.

Si Torrevieja, pues que la rehabiliten, pero no con mi dinero, que hay cosas más importantes.

Si Lérida, es demasiado profunda, pues que se vaya a urgencias.

Si Fuenlabrada, pues fue allí, que le vamos a hacer, no voy a insistir que podría haber sido en otro sitio.

Si Elche, que vara. Que ya me tiene agobiado.

Si Ciudad Real, pues asúmelo: que no es de men-ti-ra.

viernes, 12 de octubre de 2012

jueves, 3 de mayo de 2012

Añicos en las manos

Entró en el hospital con la mano echa añicos; rota, destrozada, caída y arrugada. Con un fuerte color morado. Pero no era el primero. Minutos antes, un joven de 23 años, de facciones orientales, y con aparentes síntomas de dolor, había entrado en el mismo departamento de urgencias, curiosamente, con la mano derecha en estado similar. Pero la coincidencia no acababa aquí. Treinta minutos antes, una joven de 22 años, residente de una población próxima, llegaba al mismo departamento para solicitar ayuda; nuevamente, su mano, como en los casos anteriores, estaba totalmente desaliñada, con un fuerte color rojo, e incapaz de realizar movimientos por sí misma. Pero como las casualidades nunca vienen solas, veinte minutos después del primer chico citado, es decir, el último chico en entrar a urgencias, apareció un joven de 25 años y de nacionalidad francesa con los dedos de su mano derecha totalmente deformados a causa de la rotura de varios huesos y tendones. El departamento de urgencias de Rotorville no daba abasto.

El aluvión de casos seguía sucediéndose. Quince minutos más tarde del chico francés, el de los dedos deformados, aparecían cuatro jóvenes, que habían llegado en un taxi desde la universidad de Sorenson, situada en el pueblo vecino de Roterville, con sus manos derechas en similares condiciones, algunas más coloradas, hinchadas, o deformadas que otras, pero con claras similitudes. Pasaron apenas catorce minutos, y afloró un nuevo caso afín a los anteriores; una joven de 25 años, de casi metro ochenta de altura, se adentraba en los servicios de urgencias con lágrimas merodeando por su rostro y muecas de intenso dolor que deformaban sus pómulos como si los empujaran desde dentro de sus carnes. Tenía todos los huesos de la mano derecha descolocados, fuera de sí, sugiriendo posiciones imposibles; un dedo mirando hacia detrás, otro formando un zigzag, y los tres restantes acurrucados entre ellos, como si se hubiesen abrazado con todas las fuerzas.

El equipo médico no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Y es que durante toda la mañana, gotearon más y más casos. A las doce del mediodía se habían contabilizado cincuenta y tres afectados. Los médicos desconcertados preguntaba a los afectados para ver algo de luz en el origen de todas aquellas coincidencias tan truculentas. Pero era inútil, ninguno recordaba la razón, el momento, la situación, y todo el contexto relacionado con aquellas manos hinchadas, desaliñadas, rotas, y descompuestas. Era como si les hubiesen arrancado pequeño trozo de sus recuerdos; una burbuja en medio de un océano plagado de vivencias. Varios de los pacientes fueron sometidos a rigurosos análisis médicos; se barajaron el alcohol y las drogas, no tanto por la desgarradora apariencia de aquellas manos, sino por el hecho de qué no tuviesen el menor recuerdo de lo sucedido. Pero todos los resultados dieron negativo; si claro, algo de alcohol en la sangre, e incluso drogas por parte de dos pacientes, pero nada relevante. Los síntomas no tenían ningún tipo de relación. -¡Extraterrestres, han sido los extraterrestres!- gritó un anciano desde la sala de espera, sosteniendo su bastón en alto, con el rostro rojo y repleto de sudor. La gente durante un suspiro se quedó mirando al anciano, pero después prosiguieron su espera con total normalidad; revistas en mano, y charlas acerca del tiempo y temas sin demasiado interés. A los pocos minutos, mientras el anciano continuaba realizando aspavientos, dos enfermeros se lo llevaron a los boxes de urgencias.

Margarita Truman, una de las enfermeras más longevas del lugar, comentaba con el resto del departamento que nunca había visto, en sus más de cuarenta años de profesión, un hecho similar.  ¿Dónde y cómo se habían hecho aquellos jóvenes estos accidentes? Todos presentaban los daños focalizados en las manos, y todos, sin excepción, eran de una apariencia horrenda y desoladora.
A lo largo del día fueron surgiendo más y más casos; se llegaron a contabilizar hasta 64 casos. El hospital estaba desbordado. El tránsito de enfermeros y afectados era constante. La noticia empezó a extenderse como una mancha de aceite; en poco más de media hora llegaron los periodistas locales al hospital. La furgoneta de Rotorville Televisión, con su enorme logo en rojo, no hizo más que atraer a curiosos y personas sin demasiado que hacer; decenas de jubilados dejaron de lado las obras del parque Riverhood, para trasladarse a las medianías del hospital. Poco después, la furgoneta azul de Canal 7, canal republicano de la capital, se estacionó a pocos metros de la puerta de urgencias; privilegio que le otorga ser una de las televisiones más influyentes de la zona. Los flashes, micrófonos, y cámaras, empezaron a balancearse por todas las salas. Y poco a poco, pero sin pausa, llegaron más medios de comunicación al pequeño y concurrido hospital.

 -¡Extraterrestres, han sido los extraterrestres!- se escuchó nuevamente en la sala de espera. El silencio se hizo, como si alguien hubiese pulsado al botón de mute en el momento más álgido de una película. Nuevamente, el anciano había aparecido en la sala. -¡Extraterrestres, han sido los extraterrestres!- reiteró. Reporteros, pacientes, trabajadores del hospital, y curiosos del lugar, quedaron paralizados observando al viejo, sin saber como reaccionar ni avanzar en tan disparatada situación. -¡Fue hace 40 años!, también en Rotorville- prosiguió el longevo hombre, aprovechando las miradas de atención de la multitud -Decenas de personas tuvieron los mismos síntomas, yo mismo acabé con la mano destrozada aquel 30 de Abril... uno de los días más negros que recuerdo. Pero misteriosamente, al día siguiente, nadie recordaba nada. ¡Nadie! Solo yo y Frankie, mi viejo amigo Frankie, mantuvimos vagos recuerdos de aquel hecho. Y lo sé, estoy convencido, que aquello no fue provocado por humanos, ni animales, ni ningún elemento de nuestro planeta. Fueron ellos, los extraterrestres. ¡Fueron los extraterrestres, y han regresado!-.
-Que mal rollo de abuelo- exclamó de uno de los curiosos. Hecho que provocó que el silencio se desplazara, y toda la multitud, ignorando al anciano, prosiguiese con sus preguntas, murmullos, flashes, y rutina del momento.

El día prosiguió con el mismo ajetreo hasta llegada la madrugada, donde no se contabilizó ningún caso más. Al día siguiente, nadie recordaba nada. El pueblo amaneció como siempre, y los jóvenes lisiados, tenían un popurrí de historias variadas para describir sus lesiones; me pillé con una puerta, fue jugando a la consola durante horas, o se me cayó la televisión encima mientras limpiaba en el comedor. Todo eran recuerdos erróneos, falsos. Ni siquiera constaban los hechos en las retransmisiones de Canal 7 o Rortoville Televisión del día anterior; ni en la memoria de los televidentes, ni en los archivos de los canales. Nadie, nadie, recordaba nada. Pero tampoco tenían ningún vacío, pues los recuerdos de aquel día, habían estado suplantados.

Bueno, nadie nadie, no. Hay alguien, un viejo loco, que aún guardaba un recuerdo blindado en su memoria. Aunque desgraciadamente, nadie le creía.

jueves, 8 de marzo de 2012

Reflexiones de una persona aburrida: en la modista

Crucé la calle para dirigirme a la modista; después de arreglar dos días antes la chaqueta por unas roturas axilares, que no auxiliares, me agaché en el supermercado para coger un cartón de leche, y la pobre cremallera se resquebrajó con cierto dramatismo. Total, otra vez a la modista. Pues como iba diciendo, crucé la calle. Llegué a la modista que posaba relajada un bordado de hilo a una clienta, y entonces, pensé: si esto estuviera lleno de gente... ¿Estaría desbordado?

Y me puse a sonreír tímidamente. Qué ocurrencia, oye.

miércoles, 25 de enero de 2012

Un socorrista en el Salvador

Un carpintero en Madeira;
un verdulero en Bruselas;
un cocinero en Frankfurt;
un florista en Florencia, y otro en Florida;
un barman en Ginebra;
un frutero en Macedonia;
un cervecero en Malta;
un marinero en Puerto Rico;
un talador en la Sierra;
un físico en Valencia;
un militar en Granada;
un aviador en Buenos Aires;
un joyero en Mar del Plata;
un curandero en Brujas;
un panadero en Viena, y otro en Panamá;
un pastelero en Santiago, y otro en Sucre;
un domador en Lyon;
un pizzero en Isla Margarita;
un banquero en Costa Rica;
un policía en Polinesia, y otros tres en Tripoli;
un doctor y sacerdote en Curaçao;
un ginecólogo en los Paises Bajos;
un barbero en Barbados;
un sastre en las Bermudas, otro en Abuja, y otro en Jersey;
un pescador en Anguila;
un sargento en Cabo Verde;
un vagabundo en Ghana;
un socorrista en El Salvador;
un cristiano en Santa Fe;
un marisquero en Gambia;
un minero en Honduras;
un pescador en Islas Salomón;
una prostituta en Islas Virgenes;
una chacha en Lieja;
un astronauta en Houston;
un dictador en Tirana;
un pacifista en La Paz;
un surfista en Praia;
un nadador en Ottawa, y otro en Managua;
un sacerdote en San José;
un técnico de elevadores en Suva;
un jugador de poker en Yakarta;
un profesor de aeróbic en Nairobi;
un carnicero en Biskek;
un sucio en Damasco, y un limpio en Malabo;
un cristalero en Vientiane;
un lingüista en Lilongüe;
un urólogo en Numea;
un dentista en Mascate;
un herrero en Lima;
un encantador de serpientes en Lisboa;
un moroso en Pago Pago;
un jugador en Victoria, y otro en Vitoria;
un detective en Colombo;
un productor de cine en Montevideo, y otro en Columbia;
un asesino en Mata-utú;
un pagés en Hararé;
un medico en Saná;
un atleta en Sudán;
un enano en Micronesia;
un ciego en Berna;
un fiestero en Santo Domingo;
un humorista en Riad, y otro en San José de Chiquitos;
un bonachón en Amman;
un músico en Little Rock;
un tímido en Colorado;
...y un aburrido aquí sentado.