Hace dos semanas me escribieron desde Wisconsin, un tal Eduard Spencer, para que me animara a realizar un estudio sobre el origen de los nombres. Obviamente, existen multitud de estudios sobre este campo, y gente que incluso cobra por ello, pero pensé, ¿Por qué no? Total, si tampoco tengo nada más que hacer. Así que me fui un día a la biblioteca, recordé que no había renovado mi carnet, y me volví para casa. Y nada, mientras comía una tajada de sandia, bebía algo de zumo de piña, y escuchaba el programa de deportes de la radio, me puse con mi exhaustiva búsqueda.
Primero miré el Facebook a ver si me habían escrito algo. Curiosidad únicamente. Y después me dije, ¿y qué nombres investigo? Así que cogí un grupo de estos de señoras del Facebook, anoté los nombres de varios de sus miembros, sumé algunos de mis contactos, y comencé mi exhaustivo análisis con dichas anotaciones.
Vaya, todo un profesional. En fin, no me entretengo más, aquí tenéis mi primer bloque:
Leopoldo:
Este nombre está datado del siglo XVI, y se debe a un joven vizcaíno que era un apasionado de la literatura de Poldorovski. Así, de tanto leerle, y a pesar de que su nombre real era Iñaki, sus amigos se empezaron a burlar de él porque siempre presumía de leer al escritor ruso. Y de su constante afirmación: "Leo" a "Poldorovski", le pusieron el mote "Leopoldorovski".
El problema es que era demasiado largo, y dicho de golpe, el mote perdía fuerza, así que pronto se quedó en "Leopoldo". Como muchos motes, con el tiempo se convirtió en nombre, y desde entonces, que aún perdura en otras personas que no tienen ni idea sobre la literatura de Poldorovski -ni falta que les hace-.
Sergio:
Empezó a utilizarse con la llegada de los romanos. Algunos, que se llamaban Gio, diminutivo de Giovanni, fueron preguntados por los españoles, y debido al poco conocimiento del idioma entre ambos, las conversaciones condujeron a este nombre:
Español: -¿Cómo te llamas?
Italiano: -Gio.
Español: -¡Sí, tú! quién sino...
Italiano: -Yo, ser Gio.
Español: -Ah, coño, Sergio, vale, oye, pues muy bien Sergio, encantado. ¿Qué vais a hacer con nuestras familias, Sergio?
Mario:
Proviene de "Marioneta". A los plebeyos que eran empleados a placer por sus señores, se les llamaba los marioneta. Con el tiempo, la palabra perdió el sufijo -neta y se quedó en los mario, y por lo tanto, el nombre de Mario se desvinculó. Actualmente se utiliza como nombre propio, sin ninguna similitud del significado origen.
Antonio:
La gente no lo sabe, pero este nombre es inglés. Data de las batallas de Inglaterra contra Dinamarca, y surge de los vigilantes de la torres de los castillos. Pues cada vez que veían un batallón en el horizonte, exclamaban: "An toon!!!" (un batallón). De ahí, que cuando llegaron algunos comerciantes españoles, y escuchaban el grito procedente de las torres, se giraban por si acaso, y respondían:
-¿Yo?
Con el paso del tiempo, a los españoles allí en la isla se les pasó a llamar "Antoon-yo", que evolucionó a "Antonio" entre los mismos ibéricos. Y como les gustó el nombre, lo trajeron en sus viajes de vuelta.
Noelia:
El nombre deriva de un problema de pronunciación. En una familia adinerada de Cuenca, un día la sirvienta recibió un golpe de una cacerola en toda la mandíbula, lo que le provocó perder casi todos los dientes, y por consecuente, la imposibilidad de decir algunas consonantes como "S" o "R".
Este hecho hizo que la dueña se mofara de ella constantemente, a lo que la sirvienta respondía entre sollozos: "¡No-e-lia!" (no se ría).
Con el paso de los años, la hija de la dueña, tuvo una niña, y en honor a la sirvienta, que siempre pensó que su madre la trataba demasiado mal con sus burlas, la llamó "Noelia".
Y el nombre aún perdura.
Loreto:
En el Madrid del siglo XVIII los hombres muy varoniles, machitos en el argot popular, estaban constantemente retándose. Se retaban por cualquier situación; por una copa de vino, o por una mujer. Por un trozo de jamón, o por un caballo. La cuestión era retarse. Un día, un tal Jalamino Fernández, que sufría de "rotacismo" -problema de pronunciación de la letra "r"-, retó a Jesús Gonzola para arrebatarle a su novia, una joven italiana de Florencia. Dado que además de "rotacismo", utilizaba el "loísmo", en aquel reto sus palabras, en alto, y frente a la plaza del pueblo, fueron:
-¡Lo reto! (con la "r" floja)
Todo el mundo en plaza al escuchar "Loreto", entendieron que ese era el nombre de la joven. Jalamino y Jesús murieron a causa del duelo, y a la joven, que quedó completamente sola, la llamaban como "Loreto", a raíz de aquel hecho.
Clara:
Los primeros nórdicos que llegaron a España, allá por el siglo XV, tenían unos nombres difícilmente pronunciables con el nivel existente por estos lares: Arnkatla, Asleif, Otkatla, Thorgrimr, etc. Y a las nórdicas, para simplificar, les llamaban como las Claras - la Clara, por su color de piel extremadamente blanco. De ahí, el nombre de Clara se reconoció como nombre propio, hasta ahora, que se utiliza de manera bastante común.
Rigoberto:
En un pequeño poblado de Toledo, vivía el rey Ricardo y su hijo Berto. El chico, era muy despistado y hacia todo de cualquier manera. Cuando el padre le mandaba a seleccionar pobres campesinos para robarles y secuestrarles a sus mujeres, el joven siempre se dejaba algo. Y el padre, enfadado le decía:
-¡Rigor Berto! ¡Más Rigor Berto!
Tanto los súbditos de palacio como los campesinos se reían de la humillación al chico, y empezaron a llamarle en la clandestinidad "rigorberto". Poco a poco, lo que era una burla, fue quedando como un nombre, y por motivos de evolución del propio nombre, la "r" desapareció, dando el resultado de "Rigoberto".
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Bien, y esto es todo por ahora. Querido Eduard Spencer, aquí tienes un listado de nombres y sus orígenes. Y a todos vosotros, espero que os haya servido para nutrir aún más vuestro nivel cultural. Hasta la próxima.
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