Cuerpos sin vida deslizándose lentamente; otros estancados, aferrados al lugar que les robó su existencia. Paradojas de la vida. Decenas, cientos, e incluso miles de cadáveres han pasado por esta luna. Y yo, fríamente, he tenido que limpiar los despojos. Sin alma, sin remordimientos. ¿Qué otra cosa podía hacer? Ellos quisieron venir, ellos buscaron su final. Yo solo puse una parte, no creo que la culpa sea mía. Aunque posiblemente, tampoco de ellos.
Ahora, mirando hacia delante, tengo que volver a actuar; hoy, vuelvo a ser el barrendero, el limpiador, y el hombre sin remordimientos. Frío y egoísta. Cojo un trapo viejo y algo de agua, y froto insistente la fría luna de mi automóvil.
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