Sin prisas, con tiempo, sin cuenta atrás. Una sonrisa de oreja a oreja, ojos brillantes y amplios, calma intensa que recorre mi cuerpo como olas que oscilan en un mar templado. Acomodado en una butaca color cerezo, con ligeros destellos propiciados por el rejuvenecedor sol que asoma y me saluda a través de la ventana. El televisor mostrando mi programa favorito, y el diario perfectamente dispuesto al lado izquierdo sobre la mesita de cristal. En el centro, la joya de la corona; un inmenso tazón de café con leche, un surtido de galletas, desde integrales de avena a dulces con chocolate, varias rebanadas de pan recién tostado, el bote de crema de cacao rebosando, mermelada de frambuesa y fresas, mantequilla, un aceitero de cerámica repleto de virgen extra de oliva, varias lonchas de queso, y dos tipos de cereales, copos azucarados e integrales con muesli, por eso de cuidar la línea, como siempre se dice con una traviesa sonrisa.
Mmm, desayuno en un día festivo, ¡como te echaba de menos!
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