domingo, 18 de abril de 2010

Un helado, por favor

Hay que ver lo que me cuesta decidirme. De cualquier nimiedad, puedo hallarme chapoteando en un mar de dudas; tan extenso de superficie como inalcanzable de profundidad. Y ahora, después de tomar una decisión, hace apenas unos segundos, vuelvo a estar frente a otro dilema.

¿Porqué todo tiene que ser tan difícil? Incluso sabiendo que el resultado de una opción u otra, será totalmente satisfactorio, y en el peor de los casos, una decisión será menos buena que la otra, mi firmeza se hace trizas.
Vaya, que lo único que tengo que hacer es decirle a la dependienta, señora, quiero el de vainilla, o el de chocolate, de frambuesa o pistacho. ¿Y porqué oscilo tanto? Solo tengo que elegir un sabor de helado, o dos, si compro el cucurucho mediano, claro. Porque incluso decidirme por un cucurucho, pequeño, medio, o grande, es un reto complicado. Y si me surgen dudas por la medida del cucurucho, que solo hay tres, para escoger un sabor, que los hay a decenas, todo puede llegar a límites dantescos. Pero claro, dándole vueltas al asunto, también es cierto que la proporción del cucurucho me puede beneficiar en la nominación de sabores; pues con el cucurucho pequeño, solo podría seleccionar un sabor; en el mediano, dos; y en el grande, hasta tres sabores.

Es decir, ahora hemos cambiado de casilla. No, de hecho estoy entre dos casillas. Ya no estoy dudando tanto por el sabor, que realmente todos son de mi agrado, sino por el tamaño del cucurucho. Digamos que ahora me encuentro situado con un pie en cada baldosa. Ambas elecciones están relacionadas, y en estos momentos, debo barajar todo tipo de combinaciones. El primer problema, es que me encantan los helados, y no hago ascos a ningún sabor. Quisiera probarlos todos, pero sé que este pensamiento es demasiado infantil e inverosímil. Además, las consecuencias físicas, de mi propio cuerpo, se entiende, serían claramente nefastas. Por así decirlo, recaudaría algunos gramos de más. En resumen, que uno también debe cuidarse.
Pero dicho esto, si me decido por el cucurucho pequeño, después volveré a tambalearme entre sabores. Veamos y consideremos. Viendo que el pequeño me haría imposible la tarea de escoger sabor, y el grande, sencillamente me dejaría el complejo de culpabilidad por las nubes, creo que, definitivamente, me lanzaré por el cucurucho mediano. ¡Sí! Exacto. El mediano.
En fin, por fin vuelvo a tener los pies sobre una sola baldosa; ahora solo falta confeccionar una apetecible combinación con un par de sabores. Esto avanza. A paso lento, pero avanza.

Tengo un par de minutos para decidir los sabores. Soy el tercero de la cola, y cuando llegue mi turno, todo debe estar decidido. Aún tengo algo de tiempo, y debo aprovecharlo.
Vainilla. Me encanta la vainilla. Pero bien es cierto que suelo degustarla a menudo, y podría aprovechar la ocasión para probar otro de nuevo, como leche merengada, mango, melón, o stracciatella. Pero por contra, si me decido por un nuevo sabor, y no me acaba de gustar, pensaré que he desaprovechado la ocasión de poder gozar de la dulce y cremosa vainilla. Y el coco, el coco aún me gusta más. El helado de coco es fantástico; un auténtico placer. Pero claro, es un clásico, junto a la vainilla, y quizá hoy es el momento de lanzarme, agarrar la rutina bien fuerte, y arrojarla por el acantilado. Hoy puede ser un día de cambios, de riesgos gustativos. Sí, ya basta de ser tan predecible. Venga, ¡voy a contemplar otros sabores! Ajá, veamos qué tenemos aquí. Madre mía, que cantidad; avellana, café, limón, kiwi, nuez, nata, tiramisú, buf, este debe estar buenísimo, piña, plátano, queso, ¿queso?, no sé, no sé, que curioso, un helado de queso, vaya, es que hay tantos. Pero queso no, queso es demasiado arriesgado. Solo hace falta que me compre un helado y encima no me guste. Para nada. El queso queda descartado. Recórcholis, solo me queda una persona delante. Tengo que decidirme rápido. A ver, a ver. Dos sabores, ¿no?. Aunque si cojo el cucurucho grande, podré elegir tres. Por un día que me de un capricho no pasa nada. Pero no, no debo. ¿Qué estoy diciendo? Esto ya estaba decidido. A parte, tampoco necesito comerme un cucurucho de tres bolas, con dos ya tengo suficiente, y además, después me arrepentiré, pensaré, no debía haber comido tanto. Trufa, menta, pasas, melón, chocolate blanco, madre mía, que pinta el de chocolate blanco, pero demasiado empalagoso, debe engordar una barbaridad. Para eso me cojo tres bolas, pero de helados de frutas. No, chocolate blanco, no. Ay, ¡que ya me toca! Mierda. Que rápido ha ido la cola, para una vez que quiero que demore la cosa, y... Sí, por favor, a ver, esto, sí, veamos, un cucurucho mediano, que son dos bolas, ¿no?, de acuerdo, pues veamos, pongame, a ver, esto, mire, perdón, no sé, disculpe, ostras, es que no he tenido tiempo, perdone, a ver, pues una bola de vainilla y otra de coco.


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