Nadaba en un mar de chocolate sin necesidad de mover sus brazos, de cerrar los ojos, y controlar su respiración. Viajaba con la boca abierta, degustando el dulce sabor del mar, viendo como se contorneaban los bancos de galletas, haciendo gala de las coreografías más dulces. Empezó a sumergirse en las profundidades, donde el chocolate cada vez se volvía más puro, y los habitantes del lugar formaban los contrastes más bellos; caramelos brillantes, como perlas, parecían desafiar al fondo espeso y oscuro. Los corales de nata, vainilla y fresa, ondeaban sinfónicamente mientras pequeños grumos flotaban con sutiles espasmos distanciándose de aquel suelo de azúcar glaseado y pequeños tropezones de trufas.
Una nuez salía de su cáscara y contemplaba como desfilaban bancos de frutas confitadas por la inmensidad del cielo chocolateado; minúsculas virutas de coco, almendra, y avellanas, rodeaban el mantel de caramelo, que se desplazaba orgánicamente como una nube de verano, buscando nuevos rincones para rebozar sus cuerpos con el suave satinado del negro intenso. En aquellas profundidades, había tanto por descubrir. Tartas de todos los sabores servían de refugio para las pequeñas cerezas rojizas; gusanos de nata bailaban con delicadeza, esquibando los campos de las quebradizas neulas, jugando y seduciendo, con inocencia y picardía. Mientras, aislado del bullicio, las ventosas de un calamar de tiramisú se alistaban entorno a un macizo bloque de turrón de almendras. Era su momento más dulce.
martes, 5 de octubre de 2010
sábado, 2 de octubre de 2010
Conversaciones con famosos: Bud Spencer

Bud es un gran tipo. Y no lo digo únicamente por su tamaño. Es bastante buena persona, un trozo de pan, como quien dice. Aunque eso sí, de vez en cuando suelta unas ostias que te dejan tieso. Yo no he tenido la "fortuna" de sufrirlas en primera persona, pero si he visto situaciones divertidas -no sé porqué sus mamporros mayoritariamente te hacen reír- donde alguien ha sufrido sus manotazos con la palma completamente abierta, o el típico puño cerrado en toda la cabeza, con una trayectoria perfectamente definida de arriba a abajo. Recuerdo, así haciendo memoria, un día por los Ángeles, como cogió a dos energúmenos que acababan de robar el bolso a una pobre anciana, y los hizo chocar con sus cabezas entre sí; aunque los chicos sufrieron algunas contusiones, fue realmente divertido.
Bien, que me desvío del tema. La cuestión es que me encontré con Bud concretamente en Roma, y fuimos a tomarnos un helado. Qué mejor manera de recordar viejos tiempo, ¿no? Le comenté que aquí en España nos había hecho mucha gracia el anuncio que protagonizó para Bancaja, donde va dando golpetazos a diestro y siniestro, y él me aclaró que hasta que llegó al banco no sabía que se trataba de un anuncio, y que realmente estaba enfadado con el cajero. -Ostras Bud, ¡eres lo que no hay!- Le dije, dándole una palmada en la espalda. -Calla, calla- me dijo. -Tienes razón Dani, estoy encasillado. Parece que lo único que recuerda la gente es mi lado violento-
Ahí noté que Bud cambió de expresión. Sus ojos achinados se vistieron con algunas lágrimas. Aunque rápidamente se las sacudió, como sacude todo lo que se mueve por donde pasa. -No, en serio, -volvió a comentar- siempre se me recuerda por mis golpes, pero nadie dice nada de mis interpretaciones.- Entendí rápidamente sus palabras, y desgraciadamente, en cierta manera, yo mismo las compartía. Y me entristeció, pues creo que Bud es uno de los actores más infravalorados de la historia del cine. Miré hacia el cielo, como esperando alguna ráfaga de inspiración para contestarle, y seguidamente degusté un poco de helado de vainilla.
-Y que importa- le dije. -Sí, sí, ¿Y que importa Bud?- Él me miró, mientras se limpiaba la barba de un pedazo de helado de pistacho. -Mira Bud- proseguí - en este mundo las valoraciones van según unos cánones, y no tienen porque ser justas, ni reales. Parece que un actor es bueno si hace drama, si se le muere la familia, atropellan a su perro, y violan a su novia. Pero no, la vida está llena de pequeñas cosas. Y tu eres uno de esos actores que mejor han sabido plasmarlas. En "Le llamaban Trinidad" hiciste un papel magnífico; combinaste humor, decepción, egoísmo, antipatía, y aún así, caías bien a todo el mundo. En "Quien tiene una isla, tiene un tesoro", mostraste un lado sensible y pasional. ¿Que importa que fuese con humor de trasfondo? El humor es necesario, y tu has dado mucho. ¡Tus golpes hacen reír hasta a quién los recibe! ¿Quién consigue eso?.- Bud, estaba aparentemente emocionado. El camarero vino a pedir la cuenta. -Bud, aquí viene el camarero- le dije -pégale, verás, hazle cualquier cosa. Todas las personas que hay aquí, en esta terraza, disfrutarán. Son esas pequeñas cosas que tu haces como nadie- . Se quedó un tanto asombrado. Pero rápidamente agarró la bandeja del camarero, y con un gesto seco y duro, se la estampó en toda la cara. La gente comenzó a reír.
-¿Lo ves Bud, lo ves?- Me miró con alegría y felicidad. -Si no te han dado un Oscar, pues bueno, ¡que les den! Ya ves, ¡si le han dado un Oscar a Sandra Bullock! ¿Te crees que esa gente está más preparada para juzgarte que la que hay ahora en la terraza, detrás del sofá, o viendo un partido de futbol? No. Y lo que importa es que esa gente, a ti te tiene por un grande y les has hecho pasar grandes momentos. Y si hay una película tuya en la televisión, la ven entera, y disfrutan en cualquier momento.- Se levantó, dibujo una enorme sonrisa, y me dio un fuerte apretón de manos. Estuve un mes con una fractura en el dedo meñique de la mano, aunque Bud me llamó hasta dos veces a ver como lo llevaba. Es un gran tipo, ya lo dije.

martes, 28 de septiembre de 2010
Conversaciones con famosos: Johny Deep
De anécdotas con personas del mundo de la fama, me han sucedido bastantes. Lógicamente, no todos son amigos y ni mucho menos íntimos, pero si conocidos que en situaciones, como suele ocurrir cuando saludas a alguien por la calle, te enzarzas en una mínima conversación. En cambio, algunas de estas personalidades mediáticas, sí que confiaron en mi algo más que migajas dialécticas.
Así a bote pronto, recuerdo una conversación con Johny Deep, tomándonos un par de cervezas y unas bravas en un pequeño bar de Barcelona, en que me confió observaciones que le tenían un tanto preocupado por aquel entonces. -Ostias Dani, es que a veces le doy vueltas y no creas, me asusta mi nombre y apellido, me da mal rollo-. Se mostraba el bueno de Deep algo angustiado porque su propio apellido, "Deep", podía parecer, según se pronunciaba, un "descanse en paz (d.e.p.)". Y claro, "Johny Dep", así dicho seguido, no le hacia ni pizca de gracia. Tenía la sensación de que las personas deseaban su muerte. Claro, que yo sencillamente le comenté que era una coincidencia, que no debía darle más vueltas. - Ay Johny, Johny, no les des más vueltas. Es sencillamente la sonorización de tu nombre, nada más. Has hecho demasiadas películas con Tim Burton y eso también puede influir en esas idas de olla; deberías hacer alguna comedía, tipo Agárralo como puedas, y alejarte durante una temporada de esos filmes.-
Después se hizo el silencio. Ninguno de los dos dijo nada. Johny se quedó pensativo, y seguidamente agarró su jarra de cerveza, como si quisiera calmar su angustía tocando aquellas gotas frías que se deslizaban con suaves contorneos hasta chocar contra la mesa. Bajó la mirada, respiró con fuerza y decisión, y me miró fijamente. -Thanks- me dijo, con una sonrisa tímida, como un esbozo en una hoja de papel.
En un mail que recibí hace unos meses, Johny me recordó aquella conversación y me aseguró que estaba muy agradecido por mis palabras, y que le habían ayudado mucho. Pues de nada Johny, de nada.
Así a bote pronto, recuerdo una conversación con Johny Deep, tomándonos un par de cervezas y unas bravas en un pequeño bar de Barcelona, en que me confió observaciones que le tenían un tanto preocupado por aquel entonces. -Ostias Dani, es que a veces le doy vueltas y no creas, me asusta mi nombre y apellido, me da mal rollo-. Se mostraba el bueno de Deep algo angustiado porque su propio apellido, "Deep", podía parecer, según se pronunciaba, un "descanse en paz (d.e.p.)". Y claro, "Johny Dep", así dicho seguido, no le hacia ni pizca de gracia. Tenía la sensación de que las personas deseaban su muerte. Claro, que yo sencillamente le comenté que era una coincidencia, que no debía darle más vueltas. - Ay Johny, Johny, no les des más vueltas. Es sencillamente la sonorización de tu nombre, nada más. Has hecho demasiadas películas con Tim Burton y eso también puede influir en esas idas de olla; deberías hacer alguna comedía, tipo Agárralo como puedas, y alejarte durante una temporada de esos filmes.-
Después se hizo el silencio. Ninguno de los dos dijo nada. Johny se quedó pensativo, y seguidamente agarró su jarra de cerveza, como si quisiera calmar su angustía tocando aquellas gotas frías que se deslizaban con suaves contorneos hasta chocar contra la mesa. Bajó la mirada, respiró con fuerza y decisión, y me miró fijamente. -Thanks- me dijo, con una sonrisa tímida, como un esbozo en una hoja de papel.
En un mail que recibí hace unos meses, Johny me recordó aquella conversación y me aseguró que estaba muy agradecido por mis palabras, y que le habían ayudado mucho. Pues de nada Johny, de nada.

jueves, 23 de septiembre de 2010
El rebufo
En el metro, en la calle, en el supermercado, en el trabajo, en casa, en la discoteca, en el bar del Vicente, que es donde va la gente, o donde sea. Cuando menos te lo esperas, siempre está el rebufo, el resoplo; ese contundente aire que te golpea inesperadamente y te transporta a un mundo de olores totalmente prescindibles. El "buuuuuffff" más desagradable e inoportuno. Y es que, ¿quién no lo ha sufrido?
Estás en el metro, te has levantado cuando Dios aún no ha puesto las calles, y tienes que ir a trabajar. Tu cara es de circunstancias, el ánimo y la alegría aún no se han despertado; duermen plácidamente mientras tu cuerpo ya está runruneante. De golpe se abren las puertas, y entra un tipo sudado, impetuoso, y sin mirar si pisa tu pie o te golpea la mano. Se gira, se sitúa en frente de ti, y coge aire. Las dos caras enfrentadas; tu pequeño espacio ahora es más minúsculo. Y cuando aún estás haciéndote a la idea que irás más incómodo, y que un desconocido te ha desquebrajado el poco bienestar que te quedaba, el tipo hace: "buuuuuufffffff..."
El aire sale disparado de su interior y golpea contra tu rostro; el café de la mañana, el cigarro de antes de coger el metro, y una ligera mezcla de olores indescriptibles, penetran en tus sentidos. Que asco, seamos sensatos. Que asco. Entonces, el tipo ya se relaja, y se queda tan pancho.
Hijo de puta.
Estás en el metro, te has levantado cuando Dios aún no ha puesto las calles, y tienes que ir a trabajar. Tu cara es de circunstancias, el ánimo y la alegría aún no se han despertado; duermen plácidamente mientras tu cuerpo ya está runruneante. De golpe se abren las puertas, y entra un tipo sudado, impetuoso, y sin mirar si pisa tu pie o te golpea la mano. Se gira, se sitúa en frente de ti, y coge aire. Las dos caras enfrentadas; tu pequeño espacio ahora es más minúsculo. Y cuando aún estás haciéndote a la idea que irás más incómodo, y que un desconocido te ha desquebrajado el poco bienestar que te quedaba, el tipo hace: "buuuuuufffffff..."
El aire sale disparado de su interior y golpea contra tu rostro; el café de la mañana, el cigarro de antes de coger el metro, y una ligera mezcla de olores indescriptibles, penetran en tus sentidos. Que asco, seamos sensatos. Que asco. Entonces, el tipo ya se relaja, y se queda tan pancho.
Hijo de puta.

martes, 7 de septiembre de 2010
A comer
¡Ricardo, llama a tu hermano que está en la habitación y dile que la comida está lista! Venga va, que esto se enfría y no vale nada. ¿Me oyes? ¡Ricardo, que llames a tu hermano! Ay, estos niños, de verdad, no sé como no me vuelvo loca. ¡Que después no queréis comer porque se os ha quedado frío! ¡Ricardo...!
[...]
Leñe, si no te quiere contestar abre la puerta, que no sé que leches hace ahí en su habitación tanto rato con la puerta cerrada. Ya ves tu, que estáis muy mal acostumbrados, hacía yo eso con mi madre y me giraba la cara de un guantazo. ¡Va venga, ábrele la puerta y dile que venga! Ay el niño, que miedoso, que no te va a hacer nada, que tu mucho quejarte pero después eres el primero en buscarle las cosquillas. ¡Ricardo! ¡Avisa ya a tu hermano coño! Que tengo aquí la sopa y las cocretas que ya no sé como decíroslo. ¡Venga ya!
[...]
Ay Ricardo, hijo mío, mira que eres tonto, ¿eh? Para lo que quieres, porque para otras cosas eres el más listo de la clase... Anda, anda, cazurro, déjalo, que ya le aviso yo, que a este paso en vez de comer váis a tener que cenar. ¡Tu siéntate ya en la mesa y no te muevas! ¿Me oyes? Va, venga. A ver, ¡Carlos! ¿Que coño estás haciendo que lleva tu hermano llamándote hace media hora? ¿Carlos? ¿Que te crees que soy tonta? Venga y no te hagas el dormido, que soy tu madre y te conozco como si te hubiera parido. Que se enfría la comida. ¡Carlos!
[...]
¡Rápido! Por favor, por favor... ay, que nervios, por favor, joder, que el niño no me respira, que está encima de la cama parado... ¡Una ambulancia por favor, una ambulancia!

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